divendres, 14 de novembre del 2014

SI ERES FELIZ, VIVIRÁS MÁS

Una revisión de más de 160 estudios científicos que abordan la conexión entre el estado positivo de la mente y la longevidad ha hallado "pruebas claras y convincentes" de que la gente más feliz tiende a tener mejor salud y a vivir más.

Las pruebas que relacionan una perspectiva positiva de la vida con la longevidad fueron más contundentes incluso que las que vinculan la obesidad con un descenso en la esperanza de vida, según un artículo publicado en la revista Applied Psychology: Health and Well-Being. "Fue casi chocante, y ciertamente nos sorprendió, ver la consistencia de los datos", ha afirmado Ed Diener, profesor emérito de psicología de la universidad de Illinois, que dirigió el estudio.

La revisión se centró en ocho tipos de investigaciones diferentes a largo plazo, así como en pruebas experimentales, tanto en poblaciones humanas como animales. Por ejemplo, 5.000 estudiantes universitarios observados durante más de 40 años proporcionaron pruebas de que los más pesimistas tendieron a morir más jóvenes. Y en el laboratorio, los comportamientos vinculados al optimismo redujeron las hormonas relacionadas con el estrés, incrementaron la función inmunológica y ayudaron a recuperar al corazón tras un esfuerzo excesivo. Además, los animales que vivían en una situación de estrés, como en jaulas repletas de animales, tuvieron sistemas inmunológicos más débiles y murieron más jóvenes que los que no vivían hacinados.

Diener señaló que aunque las políticas sanitarias actuales se centran en combatir la obesidad, el tabaquismo, los maloshábitos alimenticios y la falta de ejercicio, "puede ser el momento de sumar el 'sé feliz' y evitar el enfado crónico y la depresión".

TIEMPOS DE CRISIS

La crisis no sólo afecta a los adultos
Los niños y adolescentes son los más vulnerables cuando hay problemas económicos en casa. De hecho, los expertos alertan de que el número de menores con trastornos de comportamiento se ha disparado desde el inicio de la crisis, hasta alcanzar al 20% de la población infantil y juvenil. Los chicos suelen mostrar conductas agresivas, mientras que ellas tienden a sufrir ansiedad o depresión.
Ayúdale a superar su incertidumbre
Para reducir las preocupaciones que puede ocasionarle la falta de dinero, explica a tu hijo que las dificultades y los imprevistos forman parte del día a día, y que a pesar de nuestro trabajo y esfuerzo, las cosas no siempre salen como queremos. Enséñale a ser valiente y optimista ante la adversidad, y refuerza aspectos como la comunicación y el cariño, ya que así se sentirá seguro y protegido.

LA AGRESIVIDAD EN LOS NIÑOS

Conductas agresivas
Que un niño de corta edad muestre su frustración pegando o mordiendo no es alarmante. No obstante, cuando adopta este comportamiento por sistema, o bien continúa manifestándolo más allá de los 4 años, es preciso intervenir para evitar que este hábito se perpetúe. Según algunos expertos (como Richard Tremblay, de la Universidad de Montreal), la etapa preescolar es el mejor momento para actuar.
¿Qué hacer para ponerles freno?
Un aspecto básico para aplacar estas conductas es no ceder ante las mismas, para que el niño compruebe que no le dan el resultado esperado. También es fundamental conseguir un ambiente familiar en el que no se toleren las agresiones físicas, los gritos o los golpes, ya que el pequeño tiende a imitar estos comportamientos. Y si pega a otra persona, se le debe separar y reprender sin violencia.

ES CAPRICHOSO TU HIJO?

Niños (demasiado) caprichosos?
¿Tu hijo monta en cólera cuando no consigue lo que quiere? ¿Expresa su malestar con una rabieta, en un intento de llamar tu atención? Aunque esta actitud es habitual durante la primera infancia —a medida que el pequeño crece, sus caprichos se vuelven más reflexivos—, la intervención de los padres es imprescindible para evitar que estos malos hábitos se enquisten en la personalidad del niño.
Muéstrale el verdadero valor de las cosas
Explícale cuánto te cuesta conseguir lo que pide. Oblígale a ser consecuente con lo que quiere —p.e., si es un alimento, haz que se lo acabe aunque el sabor no sea el esperado—, habla con tus familiares para que no sean excesivamente permisivos con el niño, ponle condiciones para obtener su recompensa, busca alternativas no materiales a lo que exige u ofrécele algo que distraiga su atención.